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MACONDO

Recensión, 001.- 08.

Javier Marías, Todas las almas.
Círculo de Lectores, 2003, p. 136.

Mi cabeza está llena de recuerdos nítidos y fulgurantes, espantosos y exaltadores, y quien pudiera verlos en su conjunto como yo los veo pensaría que eran suficiente para no querer más, para que la sola rememoración de tantos hechos y tantas personas emocionantes llenara los días de la vejez más intensamente que el presente de tantos otros. Pero no es así, e incluso ahora, cuando no parece que vaya a ocurrirme ya nada imprevisto, es decir, nada; cuando la vida que llevo aquí en mi jardín o en la casa con la demasiado previsible señora Berry parece hecha a propósito para que no ocurra nada, y todo lo sorprendente y lo estimulante parece tan concluido y tan descartado, te aseguro que incluso ahora sigo queriendo más: lo quiero todo; y lo que me hace levantarme por las mañanas sigue siendo la espera de lo que está por llegar y no se anuncia, es la espera de lo inesperado, y no ceso de fantasear con lo que ha de venir, exactamente igual que cuando tenía dieciséis años y salí de África por primera vez, y todo cabía, porque todo cabe en el desconocimiento. Yo he ido minando poco a poco ese desconocimiento, y, como te he dicho, siempre he ido sabiendo más de lo que sabía. Pero aun así el desconocimiento sigue siendo tan grande como para que aún hoy, con mis setenta años cumplidos y esta vida tan mansa, siga esperando abarcarlo todo y experimentarlo todo, lo insólito y lo ya probado, otra vez, lo ya probado. Existe el afán por lo desconocido y también el afán por lo conocido, uno no puede aceptar que ciertas cosas no vayan ya a repetirse.

[Continúa la conversación anteriormente reseñada].

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